Son numerosas las personas que cuando vienen a mi consulta expresan su escepticismo ante la Medicina Tradicional China y más concretamente ante la efectividad de la acupuntura en el tratamiento de diferentes patologías. En muchas ocasiones incluso se han animado a preguntar sobre los fundamentos científicos de esta medicina y si es posible entender su efectividad usando unos parámetros físicos o bioquímicos básicos. Acabar de un plumazo con un escepticismo de raigambre tan profunda en nuestra sociedad occidental con una simple explicación al alcance de todos es una empresa difícil de acometer. Sin profundizar mucho en el porqué de esta actitud escéptica por lo intrincado del asunto y su relación con numerosos factores históricos, sociales, religiosos y antropológicos que darían para otra entrada y un debate infinito, podríamos hacernos una pregunta que quizás nos ayude a replantearnos la desconfianza generada. Pero antes, consideremos dos situaciones que nos permitirán dar un contexto apropiado a la formulación de dicha cuestión. Doy por hecho que todas las personas que leen este artículo, al menos una vez en la vida, han hecho uso de un medicamento para el dolor de cabeza o la fiebre. Si ha sido así, supongo que pocas o ninguna de ellas se ha preguntado el mecanismo de acción de los AINEs (Antiinflamatorios no esteroideos) en nuestro cuerpo. Y aquellas que hayan sucumbido a la tentación de preguntarle a Google sobre su uso se habrán encontrado con una información en la que se hace referencia a la inhibición de una prostaglandina, concretamente la ciclooxigenasa (COX-2) en el caso del Ibuprofeno, mediadora en los procesos inflamatorios, con lo cual, al ser bloqueada influye directamente en los tejidos inflamados y el dolor. Es poco probable que cada vez que ingerimos un Ibuprofeno, mientras desciende por nuestro esófago y llega triunfal al estómago para ser desprovisto de su cubierta de almidón de maíz pregelatinizado y ser absorbido y volcado en sangre, visualicemos en nuestras cabezas dicho compuesto químico empuñando una espada envuelta en llamas y luchando contra dicha prostaglandina mientras esperamos que baje la inflamación y desaparezca el dolor. Y esto no ocurre muy a menudo en nuestras cabezas porque en la mayoría de los casos desconocemos esta información. Y en la mayoría de los casos, desconocemos esta información porque no nos preocupamos por saberla. En realidad, no necesitamos saberla porque confiamos en su efectividad. Y aquí, con la intervención de la confianza, es donde llegamos a pisar un terreno conceptual y emocional muy complejo y en ocasiones difícil de gestionar para el ser humano. Por poner un ejemplo: cuando utilizamos un medicamento lo hacemos con la confianza necesaria como para no cuestionarnos su efectividad ni por una milésima de segundo; cuando elegimos una terapia de entre las que se encuentran en la tradición occidental solemos mantener de cierta manera esa confianza pero empiezan a aparecer algunas dudas, ¿fisioterapeuta?, ¿quiropráctico?, ¿podólogo?; cuando elegimos una terapia no perteneciente a nuestra tradición occidental, como puede ser la MTC, o perteneciente a ese cajón de sastre al que llamamos “terapias alternativas” ese escepticismo aumenta exponencialmente. Es posible que esto se vea potenciado por el desconocimiento y por la ausencia de una normalización que, como sí ocurre en otros países, garantizara una buena praxis y mantuviera un control de los profesionales que se dedican a la salud. En muchas ocasiones se asocia la efectividad de la MTC, y concretamente de la acupuntura, a un hipotético efecto placebo que induce al paciente a creerse que los síntomas han desaparecido. Insinuar que la sugestión del propio paciente es la causa de la desaparición de, por ejemplo, una fascitis plantar, una cefalea de tipo sinusal o un vértigo Menière parece tener muy poca consistencia científica. Es más, suena más bien a una conjetura más cercana a la fe que a una justificación planteada desde unos fundamentos inspirados en procedimientos de análisis puramente científicos. El verdadero espíritu científico que ha caracterizado a las mentes brillantes a las que les debemos los grandes avances de la historia de la humanidad ha buscado siempre la explicación mediante el análisis y cuando este no ha sido posible con los medios materiales disponibles se ha recurrido a la creatividad para poder seguir investigando hasta su consecución. Llegados a este punto es inevitable formular la siguiente pregunta: ¿por qué no acudimos a la fe cuando ingerimos un ibuprofeno pero en ocasiones se acude al poder de la sugestión para intentar entender la efectividad de la acupuntura? Existen numerosos experimentos que mediante el uso de diferentes disciplinas científicas tales como la biofísica, la bioquímica y la biología molecular, llevan demostrando desde los años cincuentas la existencia objetiva de los meridianos (canales energéticos en los que se basa la acupuntura). Además, existen numerosos informes de estudios científicos (1), la mayoría de ellos realizados en cooperación entre Universidades Chinas y Americanas, en los que se recogen las diferentes características de índole eléctrica, acústica, térmica, óptica, magnética, isotópica y mioeléctrica de los puntos acupunturales. En estos momentos mi confianza y mi fe están depositadas en la comunidad científica y su capacidad para seguir en la búsqueda de nuevas aproximaciones y métodos de análisis que nos ayuden a entender con mayor profundidad un fenómeno que lleva más de 3.000 años vigente y al que le debemos algo tan importante como es nuestra salud. Seguramente Tesla fuera considerado en su época un mago por muchas personas, ahora todos sabemos que fue un importante físico al que debemos los grandes avances del siglo XIX en el manejo de la electricidad y el electromagenismo. Notas: 1.- Para un estudio más detallado sobre este asunto pueden consultar en el NLM-NIH ( US National Library of Medicine National Institutes of Health ): Li, J., Wang, Q., Liang, H., Dong, H., Li, Y., Ng, E. H. Y., & Wu, X. (2012). Biophysical Characteristics of Meridians and Acupoints: A Systematic Review. Evidence-Based Complementary and Alternative Medicine : eCAM, 2012, 793841. http://doi.org/10.1155/2012/793841
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Fuera de su consulta, Alejandro disfruta a menudo de su bici, de algunos experimentos culinarios controlados y del chocolate en todas las combinaciones y temperaturas posibles. Archivos
Octubre 2020
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